
El Marqués de Goyeneche fue a la vez testigo y actor de uno de los
momentos más subyugadores, atractivos y por el momento desconocidos
del siglo XVIII.
La educación integral, el proyecto de la ciudad ideal, el cánon de
formación en las artes y las ciencias constituyó un paradigma nunca
más repetido. La danza y la música formaron parte de su vida cotidiana
tanto como de su posible vida social en un entorno fabricado conforme
a las mayores aspiraciones en la construcción de la personalidad
completa.