
Desde los orígenes de la Humanidad las personas han bailado por motivos religiosos, bélicos, festivos o emocionales. La danza y la música bailable han estado siempre presentes en todas las sociedades, aunque en algunas lo ha hecho de forma más intensa, como en el caso de los estamentos superiores de las sociedades europeas de los siglos XVI al XIX, que exaltaron la danza hasta convertirla en una obsesión, un ingrediente imprescindible de la educación cortesana: proliferaron los maestros de danza, las escuelas y los libros que nobles y burgueses consumían con gran avidez.